En el año 2000, Carmen Argibay participó en el Tribunal de Tokio, un tribunal popular establecido para escuchar los casos de esclavitud sexual cometidos contra mujeres por soldados japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. A pesar de no ser bien recibidos y de saber que sus vidas corrían peligro, Argibay y las demás personas designadas decidieron quedarse para dar voz, por primera vez, a las víctimas conocidas como “comfort women”. Estas mujeres fueron forzadas a permanecer en estaciones cuyo propósito era proporcionar satisfacción sexual a los soldados japoneses durante el conflicto bélico.
Mediante un fallo simbólico pero técnicamente riguroso, el Tribunal condenó al ejército japonés por los crímenes de esclavitud sexual. La contribución de Argibay fue crucial, subrayando el efecto reparador que significaba para las víctimas el prestar testimonio. Su labor dejó en claro la importancia de reconocer y dignificar a las sobrevivientes a través de la justicia.