Carmen Argibay tuvo una influencia muy positiva, tanto personal como profesional, en las personas que la rodeaban. Era una persona cálida, amena, risueña, simpática, empática, que se preocupaba por los demás.

En la esfera personal, todas las personas entrevistadas han coincidido en que Carmen Argibay era, ante todo, una humanista que se preocupaba por la gente que la rodeaba y era socialmente sensible. Carmen saludaba a todas las personas con las que trabajaba, se acordaba de cosas importantes sobre sus vidas, se preocupaba porque los equipos de trabajo funcionen bien, llegaba antes a los eventos para recibir a la gente ella misma, hasta llegó a agradecer a los empleados del Poder Judicial, custodios, a quienes la acompañaban en el evento, a los amigos que ya no están y a quienes la ayudaron cada vez que quiso bajar los brazos y la ayudaron a seguir, cuando recibió la mención como ciudadana ilustre de la Ciudad de Buenos Aires. Esto generó impactos imperceptibles pero trascendentales que, de acuerdo con las entrevistas, hacían que las personas que la rodeaban se sientan valoradas, escuchadas, tenidas en cuenta sin importar su rango o estudios.

Carmen y su influencia generacional


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